lunes, 16 de abril de 2012


Gustavo Adolfo Bran
2008-21423

ITEMS.

1.     Parece un chiste tratándose de Guatemala, pero lo cierto es que una de las principales armas con las que hoy cuenta el comisario jefe de la Comisaría 71 de Santa Cruz del Quiché Augusto Choc Palma, es su altoparlante siempre a mano, según sus propias palabras, “para lo que se ofrezca”, pero lo que se puede ofrecer es evidente: “todos los días estamos con la preocupación de que suene el teléfono y nos digan que van a linchar a alguien”. En su mesa está también su pistola y su placa, pero ante al nuevo tipo de violencia en forma de linchamientos poco valen y sugiere que es más operativo actuar con la palabra a través del megáfono y recurriendo a los nombres de los mediadores en linchamientos que también figuran en una carpeta que hay encima de su escritorio. (GARCÍA, pág. 1)

2.     Este artículo trata de analizar cómo en la comprensión y la represión del crimen y concretamente de los linchamientos no basta sólo plantearse cambio de medios sino que es preciso un replanteamiento global de carácter ideológico que cuestione e invalide las formas de diálogo desigual. Pues, aunque se hable con la mejor intención de que los linchamientos acabarán cuando la población se conciencie de su perniciosidad a partir de capacitaciones y campañas civiles, será difícil que los linchamientos cesen si no se enfrenta a la lógica occidentalizante y modernizadora, la lógica de otros en torno a la justicia, el delito, el crimen y el castigo. (GARCÍA, pág. 1)

3.     1. Problemas económicos (costo de vida, desempleo, pobreza) y delincuencia son las principales dificultades que vive el país en estos momentos.
2. En un 18% de los hogares vive al menos una persona que ha sido víctima de un robo o asalto en los últimos cuatro meses2.
3. Existe poca confianza en que la policía podrá proteger a la gente en caso de sufrir de un crimen violento.
4. Gran parte de la población considera que si se llama a la policía en caso de un evento, la misma tardaría bastante en llegar.
5. La gente está de acuerdo con que el ejército esté en las calles ya que se percibe ayuda a disminuir la delincuencia.
6. El sistema de justicia en el país se percibe “suave” o “muy suave” y con “un mejor trato a los ‘ricos’”.
7. Los delincuentes menores de edad deben ser tratados igual que los adultos en los tribunales de justicia.
8. La mayoría de entrevistados se encuentra de acuerdo con la Pena de Muerte y en desacuerdo con los Linchamientos. (GARCÍA, pág. 2)

4.     Parece que cuesta un enorme esfuerzo profundizar e ir más allá de los lugares comunes cuando se habla de las causas de la violencia. Según se desprende del sondeo realizado en el cantón El Mosquito (San Pedro Sacatepéquez, San Marcos), la desintegración familiar sería uno de los factores directamente relacionados con la violencia. El sondeo repite lo que lleva diciéndose desde hace años sin ir más allá: abandono de los hijos, falta de comunión familiar, mal ejemplo de padres a hijos (alcoholismo, infidelidad, agresividad), machismo y desemboca en el consabido corolario. (GARCÍA, pág. 3)

5.     Ante el desconcierto que está provocando la irrefrenable ola de linchamientos, unos 400 desde 1996 que han provocado más de 200 víctimas mortales - un desconcierto aún mayor teniendo en cuenta que se inicia justamente en el momento en que la paz se ha asentado formalmente en Guatemala-, parece que sólo hay acuerdo en todas las organizaciones sociales y políticas del país en relación a lo que significa este “flagelo” contra la dignidad humana y en torno a la necesidad de usar la palabra mediante técnicas de capacitación para concienciar acerca de la perversidad de este tipo de crimen; en cambio no hay sino desacuerdos a la hora de analizar las causas que los desencadenan. Estamos así ante una clara paradoja: no se sabe bien por qué suceden los linchamientos y, en cambio, se tiene muy claro cómo actuar para evitarlos y prevenirlos. (GARCÍA, pág. 4)

6.     El desconcierto acerca del porqué de los linchamientos se vive en todas las esferas políticas y sociales. En una reciente entrevista el presidente de la República, aseveraba las dificultades de sistematizar las causas ya que no se trata de sólo de acciones de “justicia popular”: “lo más grave de esto es que los linchamientos que se daban por delincuencia común ahora se dan también por problemas religiosos, por problemas políticos, por problemas económicos. Me acaban de contar, y ojalá que esto no sea cierto, que en el linchamiento, cuando yo fui a hablar con la gente, uno de los dos muertos, de los linchados, que son padre e hijo, eran la competencia en el transporte de otro de los que instigó el linchamiento”. (GARCÍA, págs. 6-7)

7.     MINUGUA en sus informes recomienda el papel que la prensa debe desempeñar al informar sobre los linchamientos, “salvo excepciones, el enfoque periodístico otorgado a este fenómeno corresponde al género de la crónica de sucesos. Las informaciones ofrecidas a nivel local por la PNC sobre sus actuaciones diarias nutren la mayoría de los noticieros radiales y buena parte de las páginas de los diarios, por lo que los linchamientos merecen siempre un notable tratamiento. Lamentablemente, en muchos casos, son abordados más desde una perspectiva de noticia informativa que deshumanizan a las víctimas y no efectúan análisis sobre causas y posibles soluciones.” La crítica de MINUGUA al tratamiento periodístico de los linchamientos viene a decir que los medios no están prestando la atención (no en el plano cuantitativo sino cualitativo) que merece el problema y que le están dando un enfoque de suceso que hace identificar al linchamiento con un acto más de violencia común. (GARCÍA, pág. 9)

8.     La descripción de “popular” es también cuestionable, ya que es sabido que en una turba son pocos los que activamente participan en un linchamiento. Por último, cuando se cataloga de “delincuentes” a las víctimas de los linchamientos y no a los linchadores, se justifica un acto criminal, al tiempo que se viola entre otros derechos, el de la presunción de inocencia y al debido proceso”. Ese cambio periodístico hacia un tratamiento pedagógico de los linchamientos se complementaría con toda una pléyade de capacitaciones que vehicularían hacia otro sentido la comprensión y valoración del “fenómeno de los linchamientos”. Es significativo que las capacitaciones se dirijan no a la violencia en general sino a los linchamientos en particular, de manera que parece de lo más normal organizar un taller sobre el “fenómeno de los linchamientos” pero a nadie se le ocurriría e incluso parecería irrisorio organizar una capacitación sobre el tema de los macheteamientos. (GARCÍA, pág. 10)

9.     Hasta la fecha tenemos opiniones acerca de los linchamientos de profesionales del mundo del derecho, de la política, de la sociología, de la religión, de las fuerzas de seguridad, de ONG’s, de la psicología... pero nos faltan las voces de quienes participan en alguno de los círculos concéntricos que se organizan cuando tiene lugar un linchamiento y que dan protagonismo desigual a sus partícipes. Nos faltan versiones contextualizadas. Y, desde luego, el desconocimiento del contexto minimiza o directamente imposibilita los alcances de cualquier acción contra los linchamientos. (GARCÍA, pág. 12)

10.                        El departamento donde si han producido mayor número de linchamientos (Alta Verapaz) no es, ni mucho menos, donde la violencia política de los 80 impactó de manera más contundente. Y desde luego, las relaciones se hacen más explícitas si ampliamos el concepto de violencia más allá de los combates, las ejecuciones y las masacres. A mi juicio no sólo habría que tener en cuenta la variable étnica y la variable de la presencia de la guerra, sino que sería necesario introducir en el análisis un elemento más: la distinta importancia que en ambas regiones va a adquirir el individualismo frente a lo comunitario, en parte por la diferente presencia de credos evangélicos. Amalgamando estas evidencias nos encontramos con que en el lapso de unos pocos años se han quebrado o resentido muchas de las formas de integración comunitaria en las comunidades indígenas del occidente. Enfocando la atención en Alta Verapaz que es el departamento donde más linchamientos se han producido, nos encontramos a partir de 1996 varias realidades sociales novedosas que remiten todas ellas a la desintegración comunitaria. (GARCÍA, págs. 13 -14)

GARCÍA, J. L. ABORDANDO LOS LINCHAMIENTOS EN GUATEMALA. Guatemala: UNIVERSIDAD DE EXTREMADURA.

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